Héctor Pinto tenía 23 años cuando sintió las ganas de emprender un negocio propio. Cursaba un programa en Harvard University Summer y, al regresar de Boston, en 2001, retomó su trabajo en la Casa de Bolsa GBM, en el área de producción de capitales y compraventa de acciones, pero pronto buscó otra oportunidad laboral.

Sin saber nada del mundo de consumo, se postuló como trainee gerencial de finanzas para el área de marketing de Unilever, donde estuvo cuatro años. Entre sus ambiciones estaba convertirse en el tesorero de la trasnacional, pero su deseo por tener un negocio propio no se apartaba. A los 25 años creó su primera empresa: venta de regalos por internet para parejas. No tuvo ninguna venta. “Las personas tenían pavor de meter su tarjeta para comprar por internet”, recuerda.

Inquieto por crecer en otra área, Héctor buscó una gerencia de marketing en Unilever, pero, al no obtenerla, renunció y creó su segunda empresa: tortillas de harina de sabores, inspirado en los prêtà-manger que conoció en Londres. Pero tampoco funcionó. En 2008, lo buscaron de Clorox para llevar el área de marketing de los productos Armor All. Fue cuando se interesó por el tema de la limpieza y la ecología. También se dio cuenta de que los productos biodegradables eran un concepto innovador y que tenían potencial para darle una vuelta a la industria de consumo. Renunció, entonces, para crear su tercera empresa, Biorganimex, dedicada a la fabricación de productos sustentables: una línea de productos biodegradables de limpieza para el hogar y otra de alimentos orgánicos.

Sin contactos, empezó a buscar clientes. Logró estar en puntos de venta como Comercial Mexicana y tuvo planes para exportar con empresas de Alemania y Japón, pero la crisis económica de aquel año los detuvo y perdió sus ahorros. Unilever lo buscó para ofrecerle una segunda gerencia, esta vez en marketing, como él quería, años atrás. Aceptó la oferta, aunque no cerró su empresa: buscó nuevos socios y, poco a poco, los productos de Biorganimex se colocaron en 200 tiendas.

Biorganimex recibió dinero de un fondo de inversión, pero los socios de Héctor le pidieron que dejara la dirección de su propia empresa. Sin duda, un golpe muy fuerte para él. “Escuchas historias de personas que pierden empresas, pero nunca te imaginas que eso te va a pasar a ti”, reflexiona.

Tras meses de fricciones con los socios, decidió vender sus acciones. El panorama no pintaba nada bien; había perdido la empresa que le costó seis años construir, tuvo una mala experiencia laboral y afrontaba una situación delicada con su familia, pero no se daba por vencido: “Todo esto tiene que servir de algo y debo hacer algo nuevo que represente este aprendizaje”, se dijo.

Y, con ello, la primera palabra que vino a su mente fue respeto. Una palabra que debía incluir en el nombre de su siguiente paso como empresario. Y así fue: en 2014 lanzó The Respect Company, con productos ecológicos y no tóxicos, que respetan tres pilares fundamentales para Héctor: las personas, los animales y el planeta.

Contactó a uno de sus mejores amigos, Octavio Rincón, a quien conoce desde los tres años. Le contó de su proyecto y Octavio se animó a inyectar capital. Hoy, The Respect Company es una marca multicategoría que ofrece desde shampoo hasta alimento para mascotas. Arrancaron con seis productos para perros: tres shampoos, dos limpiadores y un aromatizante.

En el primer año de operaciones ya tenían como clientes las seis cadenas principales de autoservicio del país: Walmart, Soriana, Comercial Mexicana, Bodega Aurrera, Chedraui y HEB. El primer año lograron ubicarse en 400 tiendas; hoy están en 1,500, en todo el territorio mexicano. Su apuesta también está a la venta en línea, por medio de Amazon, así como en los anaqueles de los autoservicios.

Aunque la empresa ya tiene 20 productos bien desarrollados, sólo ha podido comercializar algunos limpiadores para el cuidado de los bebés, otros para mascotas y otros más para el hogar (superficies y cocina), debido a temas comerciales. En marzo de 2018 lanzarán croquetas para perro y prometen meterse en más categorías que sus clientes les están pidiendo. “Cada vez que vendemos uno de nuestros productos que no vende la competencia, además de que nos beneficia como negocio, ayudamos al planeta, a los animales y a las personas. Y esto es una motivación muy grande.”