Cuando hemos perdido a alguien y ya era esperado, no es tan terrible como lo es cuando sucede de repente, en forma súbita, en la que no hubo tiempo para podernos preparar en absoluto, por eso es que cuando así sucede la mayoría no somos capaces de enfrentar la cruel realidad.

Después de las ceremonias fúnebres —y aquí me permito recordar y hacer hincapié en que el funeral es una despedida temporal y no una manera de olvidar al difunto—, es bueno que los familiares tengamos con quién hablar del difunto, lo cual coadyuva en la mayoría de los casos a superar con mayor facilidad la conmoción y el dolor, sobre todo cuando ha sido una pérdida súbita. Estos pueden ser los pasos iniciales que nos conducirán a transitar el duro camino que nos llevará gradualmente a una aceptación de dicha pérdida irreparable.

Muchos de nosotros quedamos absortos o inmersos sin salida a la vista en los recuerdos en relación con la vida y obra del fallecido y nos quedamos por largo tiempo, semanas o más, mencionando al difunto como si aún estuviera vivo.

La conducta mencionada dificulta al deudo en gran medida el que pueda afrontar la pérdida del ser querido; por eso nos atrevemos a recomendar que el familiar procure hablar todo lo que quiera, llore hasta que se agote o grite hasta que se calle automáticamente, ya que esto lo fortalecerá para el largo camino que aún le queda, el del duelo en el que necesita compartir sus preocupaciones y así irá paulatinamente sintiendo alivio. El duelo puede durar desde unos pocos meses hasta un año o más. Si dura mucho más, podemos empezar a pensar que quizá sea ya un duelo patológico, pero lo más frecuente o normal es que después de un año o unos pocos meses más el deudo empiece a recuperar el rumbo y a salir adelante.

Durante el duelo el individuo necesita compartir sus pensamientos, sus preocupaciones con lo cual ira permitiéndose sentir alivio para su dolor.

El deudo va sustituyendo poco a poco las imágenes que le conferían a la pérdida el carácter de una tragedia horrible por otras más alentadoras de paz, descanso y dignidad, lo cual va haciendo que cada vez más vaya aceptando el hecho de la pérdida de su ser querido.

Con esto podemos concluir que la necesidad de vivir plenamente el duelo y al mismo tiempo que se recibe el consuelo de los familiares y amigos son hechos fundamentales, pero tenemos que aceptar que también los diferentes ritos funerarios juegan un papel medular para que los deudos descarguen los sentimientos de culpa, el funeral en sí mismo es una de las formas más efectivas para preservar el lazo de unión entre el difunto, su familia y la comunidad.

Por último es bueno subrayar que los que han sufrido una pérdida grave o de un ser querido, a ellos y a cualquiera, pero más a ellos, les haría mucho bien, me atrevería a decir muchísimo bien, ayudar a otras personas que están pasando por un trance de pérdida de un ser querido.