Castillos y paisajes del Valle del Loire – La Cueva del Ángel


Castillos y paisajes del Valle del Loire

, POR Annuska Angulo

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Los sueños se hacen realidad ante estas magníficas construcciones.

Este valle es de incomparable belleza, donde a cada paso se respira el sofisticado savoir-faire francés. Entre ciudades llenas de historia, salpicadas por majestuosos castillos, es una travesía memorable y obligada.

Apenas a 90 kilómetros al sur de París, sobre una colina que se eleva desde la ribera del río L’eure, se encuentra Chartres, donde empieza nuestra travesía. Su catedral, una joya del gótico francés, cuenta con enormes vitrales de colores, tres pórticos y un laberinto dibujado en las losas del suelo de su nave central.

Al caer el sol se debe asistir al desfile de luz y sonido que se realiza sobre las paredes de 29 edificios históricos. “Chartres en lumières” sucede todas las noches, desde principios de abril hasta principios de octubre. El espectáculo de la catedral es el más impresionante. Mediante coreografías de música y luces proyectadas en pórticos y fachadas se repasa la historia local.

Le Sully

El castillo perteneció a Maximiliano de Béthune (1560-1641), un famoso duque protestante y ministro de finanzas de Enrique IV. Tuvo una vida larga, 81 años, probablemente porque tenía la extravagante costumbre de bañarse todos los días. Se le atribuye haber restaurado la paz y llevado la bonanza económica a Francia.

El castillo es en realidad un fuerte medieval construido para la defensa y la guerra. Rodeado de agua, se eleva directamente desde el foso y se entra a él por un portón levadizo.

Cuentan que la última heredera de esta familia, que vivió en el siglo xx, trató de vender el castillo durante muchos años. Mientras encontraba comprador, fue vendiendo los muebles, las pinturas y otras preciosas piezas para mantener su estilo de vida. Cuando lo adquirió el Consejo General de la Región del Loire, en 1962, no quedaba nada del esplendor de las habitaciones. Pero, poco a poco, los objetos han ido regresando.

Chambord

Lo empezó a construir Francisco I en 1519, como un palacio para cazar. El arquitecto —del que no se conoce el nombre— se las ingenió para que el edificio, en verdad impresionante por su tamaño, tuviera gracia y equilibrio. Luis XIV lo terminó 100 años después. Este castillo casi siempre ha estado vacío; si se suman los días que vivieron aquí los reyes o sus dueños, da un total de 15 de sus 500 años de vida.
Tiene algunas curiosidades arquitectónicas, como unas enormes escaleras en espiral con dos revoluciones (es decir, dos personas pueden subir o bajar las escaleras sin tener que cruzarse). por primera vez se usó la cruz griega, típica de las iglesias, para un edificio civil y los aposentos del rey están en el este y la capilla al oeste, al contrario de lo que dicta la tradición. La disposición simboliza la idea de que el rey es el representante de Dios en la tierra.

Ofrece exposiciones temporales, visitas por el parque en bicicleta, a caballo o en barco, y la posibilidad de rentar alguna de sus salas para ocasiones especiales. Además, hay un tour para conocer los aposentos secretos de la amante del rey.

Cheverny

Este magnífico inmueble ha pertenecido a la misma familia que lo construyó desde hace más de 500 años y de manera excepcional conserva objetos de todas sus épocas en un estado inmaculado. Es el castillo en el que se inspiró Hergé para dibujar Moulinsart, hogar del capitán Haddock, quien es el mejor amigo de Tintín, protagonista del cómic belga.

Es uno de los últimos castillos que se construyeron en la región, con interiores luminosos y cómodos. Fue una de las primeras casas privadas en abrir sus puertas al público. La propiedad es una de las más visitadas debido a su simétrica belleza, a su enorme parque-jardín a la inglesa y a las ahora excéntricas actividades que ahí se practican (la caza con jauría de sabuesos), pero sobre todo, a la experiencia única de apreciar el esplendor de la vida real en un castillo. Se puede aterrizar en helicóptero en los jardines y hay visitas privadas fuera del horario oficial.

Chaumont-sur-loire

La última dueña, antes de que pasara a manos del consejo de la región, fue Marie-Charlotte Say, heredera de la fortuna azucarera de Louis Say. fue una mujer notable en su tiempo; mantenía un salón de artistas e intelectuales en París, aunque pasaba la mayor parte del año en Chaumont. Ella lo modernizó: puso agua corriente y electricidad, devolvió su esplendor al jardín e invitó a famosos paisajistas y arquitectos para su renovación.

Está construido sobre un promontorio a un lado del Loire. Perteneció a Catalina de Medici (1519-1589), esposa de Enrique II. A la muerte del rey, Catalina obligó a Diane de Poitiers, rival y amante de su esposo, a intercambiar este castillo por el de Chenonceau, que Enrique había regalado a Diane.

Los jardines, la creciente relación con el mundo del arte contemporáneo, la arquitectura y el paisajismo son el mayor atractivo de la propiedad. Cada año se abre una convocatoria para que diferentes artistas creen jardines individuales con un tema en común. En el exterior se puede disfrutar de instalaciones permanentes y esculturas de gran formato. Dentro, las exposiciones temporales de artistas contemporáneos son una delicia.

Amboise y Clos Lucé

Dos castillos muy diferentes pero muy cercanos y con una historia en común. Amboise fue residencia real durante el final de la edad media y el renacimiento. Lo habitaron los reyes de la casa de Valois y algunos miembros de la familia de los Borbones. Escenario de audiencias y fiestas, en él se firmaban paces y guerras. La arquitectura muestra una mezcla de lo medieval, o gótico flamígero, con lo italiano e influencias flamencas.

En la capilla dedicada a san Huberto, patrón de los cazadores, está enterrado Leonardo da Vinci. Francisco I invitó al artista florentino a vivir en Amboise; le regaló el pequeño castillo de Clos-lucé. Da Vinci llegó de 64 años y murió tres años después, a 400 metros del castillo real.

Clos Lucé no es tan grande, pero es bellísimo y ahí se exhiben maquetas de las invenciones de Da Vinci. Dice la historia que Leonardo trasladó tres cuadros de Italia para terminarlos aquí: La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana, un San Juan Bautista y la famosa Gioconda.

Los castillos remiten a una época remota en que la humanidad era completamente diferente a la actual.

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