¿Qué es la oración?
Cuando dialogamos con Dios, en realidad establecemos una conexión que nos brinda una experiencia espiritual muy fuerte.
La oración, en todas las religiones, y aun en ámbitos fuera del religioso, es una forma de comunicación, tanto con lo que se cree, como con aquello a lo que le otorgamos un determinado sentido o valoración, generalmente de carácter trascendente, pero que se manifiesta en la realidad en la que estamos inmersos.
“Orar” viene del latín orare, que significa “de forma oral”, y el término más asociado con el mismo es el de petición, aunque no es el único.
Lo importante es que implica una conexión, una vinculación, la cual puede asumir diferentes estilos y estructuras, pero que siempre apuntan hacia una determinada creencia. Es una creencia teñida de emoción, de subjetividad.
Esa conexión puede ser un diálogo entre la divinidad y el hombre y/o los hombres, y puede ser verbal, mental, de contemplación, de meditación, de acción de gracias, de petición, de mediación, de ofrecimiento, de alabanza, etcétera.
¿Qué propósitos expresamos en la oración?
La oración, puede, por tanto, adquirir múltiples formas y clases, puede ser pública o privada.
Su sentido puede ser múltiple: agradecer, pedir, escuchar, contemplar, suplicar, alabar, arrepentirse y más. Sin embargo, siempre implica un hacer memoria, un cuestionar al hombre en el círculo de su existencia sin dejar de tener un toque con el ámbito de la emoción.
Por tanto, la oración conjunta, por un lado la dimensión subjetiva emocional, y por otro, la dimensión de lo trascendente, lo cual configura la llamada experiencia religiosa que reconoce la finitud de la subjetividad humana pero que apela a otra dimensión que sólo se vislumbra, se percibe y se vive como experiencia.
La magia de la oración radica en el ejercicio de traer a la mente vivencias, conceptualizaciones que van más allá de las meras abstracciones racionales y que se funden con la dimensión experiencial existencial.
Orar es pisar simultáneamente dos ámbitos, es palpar la dialéctica, el juego de opuestos necesarios para entender no sólo mi yo subjetivo sino al otro y al entorno.
Si orar implica ser capaz de traer a la mente otro tipo de código ético, de doctrina, de tesis, para ayudar a la expansión de tu yo, rompamos la incertidumbre y atrevámonos a jugar, quizá los más sorprendidos por los resultados seamos nosotros.
Oramos en público o en privado, a solas o acompañados, para agradecer, pedir, escuchar, contemplar, suplicar, alabar, arrepentirnos y mucho más.