En busca de la espiritualidad
El espíritu divino del cual todos formamos parte siempre está ahí inamovible vibrando en perfecta armonía, equilibrado y en paz.
Todos nosotros, sin excepción, somos “un alma única e irrepetible”. No existe nadie igual a nosotros en todo ese inmenso rompecabezas llamado existencia.
Vamos a imaginarnos por un momento que todos vivimos junto a una playa, rodeados de manantiales naturales e incluso emergentes, y al lado de la desembocadura de algún río importante que va dejando a su paso innumerables lagunas; por ende, estaremos rodeados de una abundante vegetación y de árboles frutales en abundancia.
Porque nos sentimos instantáneamente en casa y nos invade una inmensa paz con este pensamiento, me pregunto constantemente de dónde proviene esa sensación de bienestar, ese calorcito interno que nos susurra constantemente que no estamos solos.
Vamos a suponer que el espíritu es el mar; que bajo estas circunstancias podemos considerar: que el espíritu está presente en todos sitios, que nos rodea, nos arropa, nos provee de alimento y de un baño revitalizante cada día, día a día… Que propicia y proporciona un hábitat óptimo y perfecto, con un clima cálido que acaricia las fibras más sensibles de nuestro Ser y nos llena de un inmenso amor cono nunca lo habíamos sentido antes…
El espíritu es la dirección y la fuerza de nuestra existencia. No tenemos que hacer nada más que dejarlo fluir con paz y con calma.
Por qué nos rebelamos ante estos pensamientos, creyendo que son rígidos, inalterables y autoritarios, que coartan nuestra libertad. Esto sucede simplemente porque no nos sentimos parte de toda esa inmensidad. Caminamos alejados y decidimos usar nuestro ego y libre albedrío para protestar en lugar de armonizar.
Cuántas veces hemos escuchado que cualquier cosa que hagamos o pensemos altera todo lo existente, disminuye la frecuencia vibratoria de la perfección y nos aumenta la carga, llenándonos de sufrimiento.
Pero realmente lo entendemos… su significado, su importante alcance.
Qué pasa cuando alteras la naturaleza al grado de causar la erupción de un volcán y se crea un tsunami que afecta a toda una población a kilómetros de distancia; por qué existen tantas playas que, en lugar de acariciarnos con amor y dulzura, nos arrojan basura, desolación y desesperanza.
Este tan sólo pretende ser un ejemplo de cómo nuestra actitud y pensamiento afecta todo lo que nos rodea, a nivel individual, grupal, familiar, planetario, universal, existencial.
Recordemos cómo nos acercábamos al mar cuando éramos pequeños: a observar, explorar, jugar, escuchar, crear, aprender, alcanzar, avanzar, dejar fluir con naturalidad.
Hasta que de pronto llega ese instante de unicidad con algo mucho más grande, ese sentimiento que nos llena los ojos de lágrimas y agradecimiento.
El espíritu divino del cual todos formamos parte siempre está ahí inamovible, vibrando en perfecta armonía, equilibrado y en paz.
Debemos detenernos, escuchar con atención, sin prisa, con toda calma, y su maravillosa presencia se hará cada día más evidente, como en el principio de los tiempos, hace seguramente eones de años…
Constantemente escuchamos que somos tan sólo Uno, que somos parte de un Todo, interconectados con la Fuente; que somos tan sólo luz infinitamente viviente… Y ¿cómo podemos resumir todos estos conceptos que suenan tan poco familiares y tan complejos en una sola palabra si no es espiritualidad?
Y tú, mi querido lector, ¿cómo lo describirías? Seguramente posees historias fascinantes de vida espiritual, esa sutil fuerza de interconexión infinita que te hace amar, sonreír y vibrar constantemente…
Nuestra actitud y pensamiento afecta todo lo que nos rodea, a nivel individual, grupal, familiar, planetario, universal, existencial.